jueves, 16 de junio de 2016

Soneto IV

Fue la furia, la tempestad esquiva
que devoró impasible mi cordura
que derrumbó la imagen y el decoro 
dejando sólo una feraz locura

Desdeñosa tormenta derrumbaste
la inocente  imagen y con desdoro
sacudiste el cariño imperturbable
de aquella que bañé con besos de oro 

Infatigable el tiempo en la clepsidra
me acercó a las tinieblas del infierno
con amargura el alma llena de ira
me ahogué decepcionado en un estero

Donde hundí para siempre tu perjura
en silente, olvidada sepultura


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