La llamada telefónica le interrumpió el sueño al veterinario. Justo cuando las imágenes apenas tomaban forma, y en el momento que el cuerpo pierde el contacto con el mundo para irse a esa pequeña muerte onírica, ¡ring ring!
-Bueno -contestó con pequeño tono en pregunta: ¿bueno?
-Hola doctor, soy la dueña de Coki. -Al reconocer el nombre del paciente de inmediato lo relacionó con la muerte cercana que le susurraba al oído una amenaza directa: no me olvides, que pronto pondrás en mis brazos el alma y el cuerpo de ese paciente.
-¡Ah! qué tal, como va Coki.
-No la veo muy bien. Respira con mucha dificultad y...casi no se mueve.
La entonación que daba la voz de la dueña, no podía ser más que de angustia y desesperanza. Su Labrador de diez años de edad se encontraba en estado terminal.
"¿Queda algo por esperar cuando un tumor en el pulmón ha cubierto el ochenta por ciento del tejido bueno, y si esto fuera poco, ha enviado células malignas a otros órganos del cuerpo?", pensó el veterinario.
¡La historia completa lampodrás leer en el libro Vida de Perros!
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