viernes, 21 de octubre de 2016

Carta a Edimburgo


            Encontrarte entre la soberbia neblina de la mañana, fue el principio de un romance. Fue el despertar de aquel día en que tus húmedas paredes de edificios viejos me susurraron las primeras poesías de tu geografía, de esa ciudad de chimeneas que humeaban historias de hogares fríos y oscuros. Con esa lluvia fina, serpiterna, callada, que acarició por primera vez mi rostro, y deslizaste tus encantos de mujer bella en mis ojos.

Así te recuerdo y camino por tus calles buscando las sombras de tus muros donde un libro antiguo causó la felicidad inusitada; donde tu historia me hacía guiños para guiarme al Castillo o a un Pub viejo donde Robert Burns en una tarde de amigos bebió una cerveza o escribió algún poema; donde las Tierras Altas de Escocia llevaban su esencia en el Acqua de vitta y las conversaciones se aderezaban con ese sabor poderoso de tu bebida mágica.
Walter Scott amaneció sonriente a pesar de su monumento oscurecido por el tiempo. Tus   habitantes pasaban de largo ignorando su presencia. Pertenece a ellos. Saben que está ahí para contar sus historias y poemas. El arribo a su terruño y el helado viento sólo permitió un saludo breve a su grandeza.

Después que la máquina de sueños vence la distancia, ese tren que dejó Londres a cientos de kilómetros en Kingcross station, no es una emoción cotidiana el estar en tu suelo, es el oasis que resucita mi espíritu y quiere reencontrar la aventura.

Grassmarket, episodio de emoción al encontrar en su calle las más variadas expresiones: tu gente, tu espíritu añejo, un pequeño mercado; edificios que guardan historias que conviven en el tiempo; y tu fuente medieval West Bow Well (que da inicio a la calle del mismo nombre)  que es  célebre por las cabezas que ahí, adornaron los patíbulos.

Subir por West Bow y llegar a Victoria es recorrer tus medievales piedras que en secreto se ocultan en los edificios del siglo XVIII; regocijarse en la cuesta arriba y encontrar un libro viejo que te espera en la Old Town Bookshoop;  soñar con la  interminable imaginaria Isla del tesoro y sus corsarios;  y navegar por la desconocida tierra de Nunca Jamás.  

La sentencia incomprendida y una muerte que aún palpita entre los tuyos, me estremeció, aún más, en tu soberbio castillo. Ahí estaba esperándome, callado, impenetrable, con sus siglos encima, de ese tiempo que quedó atrapado entre sus piedras.
La ensombrecida vida de María, Reyna de los escoceses, tomó vida, cuando en mis sueños, la vi en el pequeño resquicio del castillo arrullando al futuro Jacobo I.  Ahí se escuchó el llanto del futuro rey que se coronaría rey de Inglaterra treinta y siete  años después. Las libreas de la servidumbre rodeaban a la Reyna y al príncipe en aquel momento de 1566, un heredero a un trono para el que sólo había un futuro más que incierto.
Recorrí sus pasillos, patios, torres y un pálpito de melancolía e interrogantes pensamientos quedaron sin respuestas al recordar la muerte trágica de María Estuardo en Northamptonshire, después de un largo cautiverio permitido por su prima Isabel I de Inglaterra.

El White Hart Pub sació mi sed y pude trasladarme a los años en que Robert Burns tal vez ocupó la misma mesa y quizás pensó aquel verso de Los viejos tiempos…

    Por los viejos tiempos, amigo
   Por los viejos tiempos:
   Tomaremos una copa de camaradería
    Por los viejos tiempos…

Descansada la emoción pude partir al reposo agitado del sueño. Desde un ventanal admiré otra vez a tu soberbio y oscuro castillo, vislumbré tus calles y la fuente West Bow Well donde sombras inquietas degolladas caminaban y buscaban sin lograr encontrar sus cabezas tal vez inocentes. Oí los murmullos desde Lawnmarket  animando al verdugo a dar el castigo merecido a William  Burke.

En la profundidad de mi insania, caminé por tus calles oscuras y me encontré con dos caballeros donde la bondad y perversidad se fundían en uno solo; donde la parte contraria era el perfecto complemento de las dos personalidades. Mr Hyde mostró su rostro,  su sonrisa macabra  que Robert Louis Stevenson inmortalizó como el lado humano y  oscuro que llevamos dentro, muy dentro de nuestro bueno y correcto Dr Jekyll.

Hay mañanas que sólo son comprensibles para el alma. Un amanecer brumoso, nubes grises, una ligera llovizna fueron el cobijo para más de mi delirio. Aunque un sol impertinente alumbró más tarde para caminar por tus calles y llegar a tu Atenas: Calton Hill. Un verde infinito cubría su colina para poder admirar tu Partenón, alguna vez vergüenza injusta, ahora símbolo nacional del heroísmo a los caídos contra el Corso.


La fidelidad, tiene un nombre en tu ciudad. Quizás un símbolo más para enaltecerte. Esperar catorce años el retorno del más allá, mereció a Bobby el bronce que le da forma a su figura en el puente Jorge IV. El pequeño Skye Terrier esperó que los años llegaran para reunirse con su amo en 1872.  En la misma tumba del cementerio Greyfriars, yacen John Gray y su fiel amigo para recordarnos que la ilusión bien puede durar hasta encontrar la muerte.  

Así pasaron las tardes húmedas,  las mañanas melancólicas que  acudieron a acompañarme a lo que sabía era inevitable, a la esclusa del tiempo que me conducía al adiós.

Partí una mañana con el tiempo en agonía y ágil paso hacia la estación. Haymarket fue el epílogo al apasionado encuentro; al  que se encarnó a primera vista en mis más entrañables recuerdos. Un tren me traía al retorno inevitable, a la pronta nostalgia que eterna recuerda los viejos tiempos...

   Por los viejos tiempos, amigo
   Por los viejos tiempos:
   Tomaremos una copa de camaradería
    Por los viejos tiempos…



                                                           

viernes, 7 de octubre de 2016

Quince días



La llamada telefónica le interrumpió el sueño al veterinario. Justo cuando las imágenes apenas tomaban formay en el momento que el cuerpo pierde el contacto con el mundo para irse a esa pequeña muerte onírica, ¡ring ring!
-Bueno -contestó con pequeño tono en pregunta: ¿bueno?
-Hola doctor, soy la dueña de Coki. -Al reconocer el nombre del paciente de inmediato lo relacionó con la muerte cercana que le susurraba al oído una amenaza directa: no me olvides, que pronto pondrás en mis brazos el alma y el cuerpo de ese paciente. 

-¡Ah! qué tal,  como va Coki. 
-No la veo muy bien. Respira con mucha dificultad y...casi no se mueve. 

La entonación que daba la voz de la dueña, no podía ser más que  de angustia y desesperanza. Su Labrador de diez años de edad se encontraba en estado terminal. 
"¿Queda algo por esperar cuando un tumor en el pulmón ha cubierto el ochenta por ciento del tejido bueno, y  si esto fuera poco, ha enviado células malignas a otros órganos del cuerpo?", pensó el veterinario. 

¡La historia completa lampodrás leer en el libro Vida de Perros!
Envíos al correo luismartin001@gmail.com