jueves, 26 de mayo de 2016

Cariátides

Cariátides

Cada día te inventas, creyendo lo que eres, lo que anhelas. Bajo ese manto caminas con esa corteza dura y gruesa, que te protege y aleja de la realidad. Hasta que la hostil verdad agrieta la costra, y sangra; dejando ver los detritus, el río turbio de tu esencia.   Donde la cólera siniestra grita y mitiga, para de nuevo ser, inventarse, moldearse, recrearse, vestirse, cubrirse: nace tu nueva piel.
 En la subterránea arena de tu desierto crecen ilusiones, las rías  mojan los surcos de tus abominables deseos que crees buenos, pero  con tu traidora lealtad a tus bajos instintos.

 Las cariátides sostienen tus sueños, sonríen y cada una seduce bajo un soporífero engaño: la mentira es verdad, la ausencia presencia, la indolencia tortura, la tristeza sonrisa, lo obscuro luz, lo deshonesto virtud, lo aparente real; los muertos viven, los locos entienden.

En la insania de tu despertar, la Anábasis recorre los caminos de la noche, las batallas, los deseos, la maldad, la saña, la reconciliación imposible, la traición, la muerte, la resurrección, el perdón. Liberado, caminas bajo tu propia sombra protectora, que aún en la obscuridad persiste y te abraza.

No temes, estás en tu Dunsinane, el bosque todavía no se mueve, las espadas, aún lejos, sólo brillan. Las ves y con fatuas estrofas alejas las enemigas conciencias.


Te duplicas en espejos, en aviesas figuras te observas, y es el epígrafe anunciando tu nuevo rostro, al nuevo ser del día, y satisfecho, te inventas, sueñas: eres feliz. 


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