Autor: Luis Martín Quiñones.
Celebramos los años nuevos, los finales, los ciclos de vida; pretendemos olvidar lo que nos ha dañado, lo que quizá, por simple conveniencia, no es grato o nos resulta bochornoso.
Y en vana entelequia, sólo deseamos guardar aquello bello, grato, amable, borrando la pena, la ausencia, el dolor.
Damos el adiós a los ciclos para dejarlo en un pasado que creemos muerto, sepultado, creyendo que es la ceniza que se lleva el viento; pero que en realidad es el cimiento que tomará el futuro para construir otra vez el pasado que, en vano intento, querremos olvidar.
Y así, ese polvo va formando lo que somos, lo que, aunque luchemos, no podemos dejar de ser. Adherido a nosotros viaja en el tiempo para impedir que seamos otros, como ruinas en pie testigos de nuestra esencia.

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