martes, 21 de abril de 2015

No rebases...ni en carretera.

No rebases...ni en carretera 

La reflexión nos puede conducir a encontrar palabras que, bajo un orden adecuado, redactado de forma correcta y, con un poco de inspiración,  logremos expresar nuestra manera de pensar en relación a algún tema o suceso. 
Las palabras son como la familia: la egolatría es prima de la vanidad; la mentira hija de la falsedad; y la soberbia, hermana de la envidia. 
Cuando llega la oportunidad de decir algo, uno trata de encontrar las mejores para lograr una buena comunicación. 

En una ocasión una amiga, -que permanecerá en el anonimato por cuestiones de seguridad-,  me llamó con desesperado llanto para decirme como la trataba su jefa inmediata(y la única); con palabras más o menos altisonantes me hizo ver como le hacía la vida de cuadritos, no cumplía lo que le prometía, y por poco le picaba los ojos. 
En mi afán por ayudar la escuché con tranquilidad y presumí que podía darle un buen consejo. Y me dispuse a escribirle lo que pensaba para enviárselo en posterior correo electrónico. 
Medité sobre cuáles podrían ser las motivaciones para tratar a alguien de esa manera. 
Quise encontrar las palabras adecuadas,  la frase sabia que en bella sintaxis representara mis ideas. 
Ninguna frase me parecía la adecuada así que recurrí a una prosa. 
Pensé que detrás de  la acritud de un jefe habían ciertas dosis de soberbia. Y también  en ocasiones los logros de los subalternos enardecen los ánimos por esa hermana menor de la soberbia: la envidia. 

Por la empatía que sentía por ella, me atreví a dar mi opinión y tratar de definir lo que para mí era un buen líder. Elaboré un texto que quise fuera profundo, salomónico  y expresara mi sentir. 
Y decía:
"Creo que para ser un buen líder no basta con ser el mejor. Ser un buen líder implica tener la calidad humana necesaria para reunir los esfuerzos y que culminen en éxitos. 
Reconocer la importancia de cada uno de su equipo aumenta la autoestima y capacidad laboral. Qué triste que detrás de un profesional exitoso haya un déspota. Sobre todo cuando has sido una persona fiel y honrada; compañera y amiga; justa y prudente. 
Sigue con tu labor diaria porque al final de la jornada, tú no has traicionado a tu consciencia. Cuando la objetividad encuentra un rumbo equivocado, es difícil que tome el camino de regreso. Cuando te das cuenta, el recuento de daños, es ya muy tarde. Ya habrá tiempo de que sus tajos y mandobles pidan a gritos, sanarles las heridas(cito a Shakespeare).  
Aunque tu alma es de hierro, las ofensas te han humillado, pero vale más un corazón noble que un sátrapa disfrazado de cordero". 

De la letanía que le escribí sólo pude recibir: un gracias. Con lo que me di por honrado al esfuerzo que impuse en esa prosa. 

Pasó el tiempo y tuve la oportunidad de disfrutar una comida entre amigos. Y volví a confirmar que, uno de los momentos que más disfruto es cuando en la cercanía con ellos, las conversaciones me llevan a mundo desconocido de expresiones que en ningún momento, de gran inspiración, se me podrían ocurrir. 

En dicha reunión coincidieron mi  amigo Roberto Cerezo y la atribulada amiga. Y surgió  el tema de la ignominiosa jefa que volvió plática de sobremesa. Sabedor de la historia, recordé mis esforzados  consejos. Los presentes en la mesa no escatimaron en sabiduría para opinar. Mi querido  amigo después de escuchar la queja acuñó una frase que resumió, con sapiencia, en unas cuantas palabras. Causó largas carcajadas y la amiga dijo que muy pronto la utilizaría para su muro en el Facebook . 

Escuché atento y medité por un breve tiempo. Suficiente para confirmar que el lenguaje es mágico y, la sabiduría popular, lo es más. Continuaron  los comentarios que recordaron las atrocidades que el Poder permite a ciertas personas;  el cómo los éxitos pueden ser tomados con recelo; y como, ni en broma, podemos ensombrecer a la jerarquía laboral. 

 La reflexión, la hilaridad, y el vino que acompañaba la conversación sirvieron de marco  para que la frase quedara como un buen consejo para la posteridad, y que no, no  nos quedara ninguna duda:  al jefe no se le rebasa....ni en carretera. 

viernes, 17 de abril de 2015

Cenizas

Autor: Luis Martín Quiñones. 

Celebramos los años nuevos, los finales, los ciclos de vida; pretendemos olvidar lo que nos ha dañado, lo que quizá, por simple conveniencia, no es grato o nos resulta bochornoso. 
Y en vana entelequia, sólo deseamos guardar aquello bello, grato, amable, borrando la pena, la ausencia, el dolor. 

Damos el adiós a los ciclos para dejarlo en un pasado que creemos muerto, sepultado, creyendo que es la  ceniza que se lleva el viento; pero que en realidad es el cimiento que tomará el futuro para construir otra vez el pasado que, en vano intento, querremos olvidar.
Y así, ese polvo va formando lo que somos, lo que, aunque luchemos,  no podemos dejar de ser. Adherido a nosotros viaja en el tiempo para impedir que seamos otros, como ruinas en pie testigos de nuestra esencia.