lunes, 23 de marzo de 2015

Soledad compartida



Autor: Luis Martín Quiñones 


Cuando Aurora solicitó el servicio de vacunación para su perrito Chacho, sabíamos que sería una odisea realizarlo. Chacho es un perrito mestizo que fue adoptado para convertirse en un aliado contra la soledad. Soledad que nunca imaginé, fuera terrible para los quizás 85 o 90 años de Aurora.

Y además, había un requisito: tendría que ser yo el que lo hiciera. 

¡La historia completa la encontrarás en el libro Vida de Perros!

Envíos luismartin001@gmail.com 



chacho (1)



domingo, 15 de marzo de 2015

Necesidad

Autor: Luis Martín Quiñones

Necesito la muerte del pasado, el fantasma del silencio y el aroma del tiempo; del aire su sombra 
y el calor de un verso. 

Necesito el ayer de la infancia, la alegría sin sonrisa, la lágrima sin llanto, la ilusión de la mentira y el engaño de lo cierto. 

Necesito el callado grito, la poesía sin palabras, las palabras sin voz; necesito de un cariño que en lo incierto, me dé su eximio afecto. 

Necesito que se escuche mi silencio, que mi voz callada sea el sonido de mis letras, necesito la ciega mirada y un atisbo de tinieblas. 

Necesito las preguntas sin respuestas, la certeza de la duda y el engaño de lo cierto,  el resabio de tu boca y lo melifluo de tus besos. 

Pero sobre todo necesito ese porqué que me contestas, y ese mudo silencio que es tan sólo tu respuesta.  
Agosto 2014. 

domingo, 1 de marzo de 2015

El último suspiro(relato)




El último suspiro
Autor: Luis Martín Quiñones


Qué extraña sensación. El dolor se ha ido, pero también han partido las caricias, las voces y el olor a comida. ¿En dónde estoy? No lo sé, pero debo decir: ¡Se parece algo a un jardín! Todavía tengo en la memoria los recuerdos inmediatos. Un dolor inmenso, mi espalda maltrecha por los años había llegado a su fin. Triste realidad. Pobre de mi dueño, inútilmente me sobaba y creía aliviar el dolor. Más me consolaban sus caricias y su voz: “ya pequeño, todo va a estar bien te aliviaras pronto…”. Su voz  era  mágica, escuchaba mi nombre y desencadenaba en mí una serie de sensaciones placenteras: ¿me va a dar comida, un huesito de carnaza?  ¡ahhh….seguramente vamos a dar un paseo! Por el tono de su voz lo sabía.   También reconocía cuando estaba triste y melancólico, era muy sentimental. Música, sí, era su distracción favorita. Un tal Chopin era escuchado todas las noches  cuando tenía un problema. ¡Tan lindo estar a su lado, en su cama! y me abrazaba diciendo: “sólo tú me comprendes, eres mi mejor amigo”. Así estuve a su lado cuando lo dejó su novia, cuando murió su padre y cuando no le dieron el trabajo esperado. Sus ilusiones partían.
¿Y saben?  Ahora está en problemas, últimamente estaba muy sólo y mi compañía era lo mejor para él. Todavía me queda algo de mi sentido auditivo, ¡por algo soy un perro! Y alcanzo a escuchar el Nocturno en Mi bemol mayor, su pieza favorita para la tristeza. Ha llorado mucho mi ausencia.
“Su compañero de tantos años, está en una situación complicada -dijo el veterinario-", sonaba algo grave, nunca lo había escuchado decir cosa tan terrible. “Su espalda está dañada por una enfermedad degenerativa común en los animales viejitos, quince años le han caído encima”. ¡Viejito yo! Si todavía tengo ilusiones: pasear diario, mover la cola, ¡comer!, jugar. Porque saben, los perros nunca dejamos de querer jugar, sólo que los humanos lo olvidan. “Además, por los estudios realizados una insuficiencia renal complica el cuadro clínico –concluyó el veterinario-". Estuve un par de días hospitalizado, me sentía muy mal, escuchaba decir cosas como: no pasa la noche, será mejor….  Mis compañeros enfermos me platicaron varias cosas como: “dicen, cuentan, que al partir de este mundo llegamos a un río y esperamos ahí para ayudar al espíritu de una persona a atravesarlo, sin nosotros no lo pueden hacer”. ¡Qué vanidad!  “Guiaremos sus pasos al más allá”, dijo un Bóxer con cara de enojado.

Lee el cuento completo en el libro Vida De Perros

Ausencia

Ausencia
Autor: Luis Martín Quiñones
 
Aunque te quiero, es la ausencia a quién debes lo que expreso.
Tu pequeño cuerpo y el calor de tus manitas acurrucadas en mi pecho, ahora,  son el pasado. La soledad. El vacío.
El recuerdo inmediato pero lejano donde asir quisiera un pequeño fragmento de ti. 
De tus miedos. 
De tus ojos tristes.
De tu mirada oscura cuando el miedo te toma por sorpresa.

Aunque te amo, a la distancia agradece este insomnio que me roba pedazos de vida.  
Y me da tu eterna esperanza, la alegría. La luz del tiempo. 

Y en ese tiempo lejano te espero para ahitar el hambre y tu sed en la sequía de tu desierto. 
De tus deseos. 
De tus labios secos. 
Tu callada ira que espera el eco y  sin respuesta escuchas resignada. 

Si mi sueño es curarte, es al dolor de tu piel al que debo estos deseos. Anhelos. Quimeras. 
Si te extraño, al miedo reclámale esta angustia.
Vuelve pronto, no tardes, vuelve a casa.
Son dos días. 
Ya dos noches. 
Necesito que te encuentres con  la distancia, mis sueños, mis miedos y tu ausencia.