Cuando vimos a don Justo por última vez fue en el hospital del pueblo. Sólo quería que lo escucharan. “Estoy enfermo señorita, créame, tengo el coronavirus”, gritaba y gritaba sin que le hicieran caso. Después dijeron que un demonio oscuro se lo llevó para que no sufriera. Salieron del hospital y los doctores lo vieron. “Así tenía que acabar por mentiroso, pobre viejo, hecho polvo”. “De seguro iba a morirse, para que gastar en él, si sólo tenía tos y fiebre, y el dolor de cabeza de seguro eran por sus locuras”. “Recojan el polvo, no vaya a ser contagioso”.
