domingo, 24 de febrero de 2019

Roma, cine hecho poesía

Roma y Cuarón nos muestran  la imaginación del pasado, de ese otro tiempo que parece quedó sepultado pero siempre está ahí para recordarnos lo que somos.

Las imágenes y la historia se han convertido en un poema trágico. Personajes dignos de un drama griego, donde nuestros héroes padecen lo indeseable e inimaginable. Leo representa la tragedia, no sólo para ella misma, sino de muchas de las mujeres que se han quedado sin rostro; las que el abandono y la indiferencia social las ha dejado en el olvido.

Además, se presenta como una crónica de los avatares de una familia,  con un padre ausente que termina por alejarse definitivamente con las consecuencias que esto implica.

Toda obra artística puede convertirse en una poesía, nos dice Octavio Paz. Una pintura de Rubens, un cuarteto de cuerdas de Bethoven o una escultura de Miguel Ángel. Todas son poemas,  donde la “liberación interior” conduce al realizador a la belleza. Cuarón ha regalado a los mexicanos un retrato fílmico emotivo, en una época que quedaba muy lejos de la modernidad y la velocidad vertiginosa de los tiempos actuales. Al compartirnos su vida nos ha devuelto ese fragmento de humanidad que hemos olvidado.

Si bien es un homenaje a la mujer Mixteca que cuidó a los niños, y formó sin duda parte más que importante para la familia de Cuarón, también nos muestra la realidad de cualquier familia. Donde cabe la frase de Tolstoi más conocida: Todas las familias se parecen unas a otras pero cada familia infeliz, lo es a su manera. Aunque yo prefiero decir siempre que todas las familias son infelices, y tratamos de alguna manera encontrar o simular la felicidad. Sin duda, ellos la encontraron en Cleo (Libo, en la vida real). Sin olvidar a la madre, Sofía,  que como muchas mujeres mexicanas, han llevado el barco a buen puerto.
Muchos, nos hemos visto  en ese espejo mágico de Roma, de la realidad que a veces dejamos en el olvido.

Para los que nacimos antes de los 70’s, nos ha hecho revivir aquel momento de subirse al taxi cocodrilo, escuchar los éxitos musicales  y aquellas canciones que entonábamos jugando con nuestros hermanos, pero también nos ha hecho reír y compartir con nuestros hijos un pasado nostálgico. Si bien la memoria es esquiva, la imaginación completa el cuadro generacional que marca los destinos.

Además de todo, hemos vuelto la vista a la mujer indígena que lleva sobre sus hombros la indiferencia social;  al racismo mexicano que muchos no aceptan aún; el machismo y la violencia que, para desdicha de nuestro entorno social, persiste como lacra indeleble. Y por si fuera poco, el abandono y la indiferencia de Fermín,  ese individuo execrable que sepulta la ilusión de Cleo, de una nueva vida.

Así, ese paisaje urbano, la familia en busca de la felicidad, y Cleo, nos han obsequiado un poema cinematográfico que ha trascendido fronteras, digno de aplausos y de admiración.