Nos sumergimos en el sueño,
en la
locura desenfrenada bajo melodías
de acordes
azules, a veces suaves como
terciopelos
y otras de calor intenso.
Entre sonatas
y sus corcheas perfumadas
distinguimos nuestro aroma único, infinito.
Y los sonidos de nuestras miradas nos cobijaron
con afable húmeda ternura
Construimos palabras, odas, esteros,
pirámides, jardines
colgantes, palacios:
hasta que
no hubo espacio más
para
nuestro inmenso e indescifrable mundo.
La noche que inventamos, que de la
profunda nada nos encontramos para
sellar las bocas del silencio,
y llenar el espacio con suaves alientos,
fue el ignoto camino inesperado afecto hacia tus
ojos.
Fue en una callada prosa que oculté el
secreto de tu píelago reflejo escondido en
tu mirada, donde guardabas tus horas tristes,
las aciagas
horas de tu soledad
Quemé las letras y la ceniza inquieta
construyó estos
versos
Cuando tu
imagen pensaba tan lejos:
tu presencia.
Cuando tus ojos creía ausentes:
tu rostro: y tu sonrisa perturbó el silencio.
Mal hiciste cuando ajena al tiempo,
tu frágil silueta
se enredó en mis brazos;
sedientos de inasibles y cálidos afectos
fue en la
trémula inconsciencia que encontré tus labios.
El pausado desgaste de mis manos en tu talle
fue deseo interminable,
pasión inconclusa de mi profundo anhelo,
ahora te veo, lejana a aquel sueño
Quisiera decirte
envuelto en tu pecho
ahora que estás en tu verde estero
Mas lamento que lejos, sólo pueda
verte en mis desvelos
Y de la inquieta ceniza te diga estas letras,
de añejos
deseos, dichos en verso…
